miércoles, 22 de octubre de 2014

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Creando conciencia...

En los últimos años, el Bullying se ha convertido en uno de los problemas con mayor peso social para los países desarrollados. A pesar de que la problemática siempre ha perdurado a lo largo de la historia, hoy en día se está tomando conciencia de las grandes repercusiones que conlleva este acto de agresión que perdura en el tiempo y no solo para las víctimas, sino que también para aquellos que toman el rol de espectador y victimario, al cual le damos un especial énfasis.


El analizar la situación desde un contexto completo, y no solo la acción misma de agresión, nos permite comprender que el agresor no es un problema propiamente tal, sino que también es un ser al cual se le debe mirar con la misma preocupación que se le aplica a la víctima. Los trastornos psicológicos y emocionales que los conducen al acto de bullying no surgen de la nada, sino que provienen de un contexto psicosocial disfuncional del cual todos participamos. Vivimos en una sociedad en la que la vida de sus integrantes se ve constantemente agitada y estresada, como lo es el caso de la Región Metropolitana, en donde las diversas variantes que afectan la vida familiar influyen en una manera significativa, como lo sería por ejemplo la situación económica y la desigualdad.


Estas variantes, en conjunto con las características propias de cada persona, influyen en la manera de ver y de pensar de las familias, las cuales pueden enfrentar las adversidades de buena manera, o en caso de estas situaciones, no logran hacerlo. Es entonces donde se gatillan y amplifican los rasgos hostiles en el hogar: delincuencia, consumo, alcoholismo y sobre todo, la violencia que es consecuente a las anteriores. Se logró evidenciar que los agresores también son víctimas de estas transgresiones en sus núcleos familiares, en donde los lazos emocionales y de apoyo junto a la seguridad que se deben brindar escasean en gran manera.


Todas estas situaciones provocan el desenlace ya sea de una persona completamente retraída o bien un agresor, el cual a su vez va gatillando que más personas se unan a esta cadena como víctimas de sus falencias psicosociales y afectivas. En ambas situaciones se desencadenan consecuencias negativas para la sociedad, creando a su vez un ambiente poco armonioso e inestable. Depende de todos nosotros detener esto..

Es por esto que el apoyo y tratamiento que se entregue a las víctimas también debe darse a los agresores, ya que solo así se podrá efectuar una intervención efectiva que ayude a recuperar la estabilidad que se ha perdido en la vida de estas personas y los implicados que los rodean.













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